LaNacion - Un recorrido por los comportamientos de los usuarios de la Red muestra cómo la Web modificó las formas de comunicarse y establecer relaciones.
Durante los próximos diez minutos, mientras usted le echa un vistazo a este reportaje, millones de usuarios de Internet estarán en la inabarcable maraña de páginas de Internet. Muchos teclearán algún correo electrónico, otros leerán las noticias de medio mundo y más de los que imagina jugarán partidas de ajedrez con amigos virtuales o rellenarán alguno de los tests más delirantes ("¿A qué dios griego te pareces?" o "¿qué cosas absurdas te gustan aunque tú no lo sepas?") que acechan a los usuarios de Facebook .
Durante estos 600 segundos que se nos avecinan habrá tiempo para materializar unas 7000 descargas de canciones, la inmensa mayoría con carácter gratuito (e irregular); algún vecino suyo aprovechará para ver vídeos de Obama, la cantante Miley Cyrus o la concursante televisiva Susan Boyle en YouTube, y unos cuantos cientos de miles de entre los 14 millones de usuarios inscritos en Messenger emprenderán una conversación con algún amigo, compañero o casi perfecto desconocido. El mundo se mueve a mucha velocidad desde que las distancias se esfumaron a golpe de clic. Y casi todo ese proceso ha sido enormemente enriquecedor; aunque, como todo lo que sucede tan deprisa, siempre hay olvidos, desajustes y damnificados por el camino.
La vida diaria nos ha dado un vuelco de unas dimensiones como jamás la humanidad había conocido. Medio centenar de internautas consultados coinciden en que su realidad cotidiana difiere extraordinariamente de aquella a la que estaban acostumbrados una década atrás. Escuchen a Elena Rodríguez, que a sus 23 años está en Leipzig, Alemania. "El computadora es el medio que me une al mundo en general, porque ni siquiera tengo televisión o radio en casa", enfatiza.
También al fotógrafo Enrique Cidoncha, de 28 años, incapaz de imaginarse ahora "el primer café sin estar revisando por los diarios digitales"; a la madrileña Isabel, de 25 años, que no habría conocido a sus compañeros de snowboard de no ser porla Red, o a Sara da Blanca, de 28, que combina su vida académica y laboral gracias a las nuevas tecnologías. "Trabajo en una oficina y estudio historia a distancia. Por la Red puedo comunicarme con los profesores y los compañeros, preguntar dudas o remitir trabajos".
Da lo mismo la ocupación: Internet parece simplificar de forma sistemática nuestros quehaceres cotidianos. Que se lo pregunten al oboísta y tanguero Ezequiel Lezama, de 45 años. "Los músicos nos hemos pasado media vida haciendo copias en casete y remitiéndolas por correo a programadores o festivales. Ahora, con un clic puedo mandar a China un MP3 con mi música o un vídeo de una actuación. El ahorro en tiempo y dinero es enorme".
El novelista Lorenzo Silva, de 42 años, admite escribir con la conexión a Internet siempre disponible. "Todo resulta más sencillo, incluso para encontrarle a un personaje un nombre plausible", revela. Su último libro tiene resonancias cibernéticas hasta en el título, El blog del inquisidor , y uno de los casos (La reina sin espejo) de su popular pareja de investigadores, Bevilacqua y Chamorro, se resuelve en buena medida gracias al Messenger. "Es cierto, navego desde hace 14 años. Por entonces buscaba por el servidor Altavista información sobre Kafka. Con el tiempo, hasta el primer contacto con la que hoy es mi mujer fue a través del correo electrónico. Sólo me declaro objetor de las redes sociales. Me parecen sumideros de tiempo, y yo de eso tengo poco".
Es divertido constatar la diferente percepción de la Red que tienen los que andan en torno a los 40, los "inmigrantes digitales", frente a la avalancha de veinteañeros que engrosan las filas de los "nativos digitales". Los primeros rememoran sus experiencias iniciáticas con una aureola casi mítica. "Fue en casa de una amiga periodista", relata Carlos Cuadros, de 37 años, director general de la Academia de Cine. "Aquel trasto emitía unos pitidos muy raros y no funcionaba ni de casualidad". Edu, filólogo inglés e hispánico, de 45 años, anota "el vago recuerdo de unos buscadores en español que se llamaban Ozú e Hispavista. ¿O este último era un satélite?". Y al guitarrista coruñés Richi Rozas no se le olvida la noche en que un diseñador gráfico argentino le puso a leer un diario digital". ¿Resultado? "De enlace a enlace, me quedé navegando toda la noche. Cuando hube recuperado la compostura, no pude por menos que invitarle a desayunar".
Para los más jóvenes, en cambio, Internet es una experiencia vital tan interiorizada como la televisión en color. "Mi primera ocasión frente al teclado fue para darme de alta en el Messenger, a los 14 años", anota Sergio, un casi licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual que ahora anda por los 23. "Al verano siguiente me encontraba en la playa y yo me preguntaba: ¿Con quién chateo ahora? ¿Con mi madre?".
Estudiante de Empresariales, Javier, también de 23 años, no se anda por las ramas: "Mi primer día en Internet lo pasé bajando unas canciones". A Iván, de 21 años, sólo le interesaban al principio los videojuegos, pero hoy es un internauta de libro. "Invierto entre cinco y ocho horas diarias, y alguna que otra noche en vela chateando con algún amigo. Internet permite cosas maravillosas: hace poco compré una cámara digital 150 euros más barata de lo que costaba en la tienda. Y encima se liga bastante. Te cortas menos. Es más fácil romper el hielo".
¿Puede la pantalla ayudar en la búsqueda de pareja o, cuando menos, propiciar encuentros amatorios? En pocos temas la división de opiniones es tan acentuada entre los encuestados. "Pensarán lo que quieran de los jóvenes, pero yo prefiero el cortejo tradicional", exclama Rafa, de 23 años, casi indignado. "Supongo que resulta más fácil", tercia David Martínez, de 22 años, estudiante, "pero yo no lo practico: me desagrada no saber con quién estás hablando realmente". "Ligar siempre fue algo extremadamente difícil, con maquinitas o sin ellas", abunda Carlos Cuadros. Y el editor de poesía Héctor Castilla, de 37 años, se pone pícaro: "En efecto, ligar nunca resultó tarea sencilla". En las antípodas de estas opiniones se sitúa un empresario de 31 años que prefiere ser identificado con el sobrenombre de Kika. "Internet nos ha ayudado bastante a la descomunal salida del armario de los últimos años", apunta. Y María Poza, futura publicista, de 22 años, lo resume así: "Antes, cuando un chico te gustaba le intentabas pedir el número de teléfono. Ahora intercambias la dirección de Messenger y, si no lo consigues, siempre queda la esperanza de localizarlo por el nombre en el Facebook".
"Son todo ventajas", exclama Eva Navarro sobre las redes sociales. "No gastas crédito en el teléfono móvil, puedes ver las fotos de los amigos y encima te diviertes. Porque tanto los juegos como los tests de Facebook son geniales". "A mí me parece el nuevo Gran Hermano", recela el fotógrafo Cidoncha. "Si no me doy de baja es porque ahora está de moda borrarse y no me gusta seguir la corriente", opina.
Mayor unanimidad obtiene la posibilidad de hacer compras por la Red. Todos los encuestados para este artículo, salvo uno, admitieron que compran a través de Internet, sobre todo entradas y viajes. "Compro hasta yo, que no acierto a entender cómo es posible que funcione esto. Dos días antes siempre llamo a los hoteles para que una voz humana me confirme que tienen mi reserva. Mi chica se ríe de mí", confiesa el trabajador social Iván Arpa, de 28 años.
La implantación arrolladora de diversos portales muestra por dónde va el futuro. "Internet ha hecho transparentes los mercados, y el usuario puede comparar distintas opciones", reflexiona Alfredo Rivela, consejero delegado de la página nomaders.com. Y agrega: "Como los precios son cada vez más semejantes, el gran valor añadido será la asesoría, que es el papel tradicional que desarrollaba el agente de viajes, pero ahora en línea".
¿Enamorados de Internet? "¡Claro!", recapitula el comentarista musical Tito Lesende, de 38 años. "Hoy no tener conexión es como hace 15 años perderse en un páramo. Yo veo menos la tele, hablo con más gente que antes, estoy más informado y he perdido vista, pero esto último se lo achaco a la edad", agrega el militar Roberto R., de 44 años.
El filólogo Edu no lo ve tan claro: "El tiempo que antes invertía en la calle ahora lo reparto entre reparaciones, reseteos y reformateos del ordenador". Y Zara Sierra, programadora de Madrid, remacha: "Es impagable no tener que hacer ni una cola más, ni estar obligada a lidiar con el funcionario de turno. Pero algunas noches, contestando desde casa correos de trabajo a horas intempestivas, intuyo que también existe una parte negativa".
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