LaNacion - Mientras maduraba el tema para esta columna, tarea que está formada por partes iguales de ocio en estado puro y algo parecido a la vacuidad de conciencia que se busca durante la práctica del zen o, dicho en criollo, no pensar en nada, me puse a hacer tareas de mantenimiento en la PC que uso en el diario para probar programas. Entre tanto, Ricardo Sametband asistía a la conferencia de prensa ofrecida por Google en su sede local para anunciar su navegador Web, llamado Chrome, y me iba actualizando sobre el asunto por medio de su móvil, usando el chat y la red Wi-Fi. Fue un buen momento de sintonía con estas nuevas formas de trabajar.
La sintonía tecno y la serenidad zen duraron hasta el momento en que noté que el espacio en disco en esta máquina no sólo estaba en la zona de peligro (menos del 30% del total de la unidad), sino que, mucho peor, había dejado que los datos se fragmentaran horriblemente. ¿Cuándo había pasado todo eso? ¿En serio ya estamos en septiembre?
Decidí que le daría prioridad al asunto, mientras recibía la crónica en tiempo real de Ricardo desde Puerto Madero, donde el gigante de las búsquedas tiene sus coquetas oficinas. Le pregunté si le gustaba el Chrome, que me diera su primera impresión. "Es rápido", contestó escuetamente.
Ya había abierto Agregar o quitar programas y me puse a revisar la lista. ¡Qué bonito! Once millones de programas que probé durante los primeros nueve meses del año se habían acumulado con descaro. Desde el Adobe Air hasta máquinas de ritmos virtuales y observatorios astronómicos, la lista parecía no tener fin.
Me puse a desinstalar. El disco no es muy rápido, y mi impaciencia es mucha, así que empecé a bombardear al pobre Sametband con preguntas, hasta que recordé que estaba con su móvil. No es fácil escribir con un celular. Bajé un cambio mientras quitaba el cliente de SecondLife (¿se acuerdan de SecondLife?). Parecía que había pasado una vida entera desde que había entrado en ese mundo virtual por última vez. Se ve que con una vida me alcanza.
Luego de un rato demasiado largo, había expatriado unas tres docenas de aplicaciones pequeñas, grandes y medianas. Pero sabía que el trabajo todavía no estaba terminado. Abrí el buscador de archivos y carpetas (Windows+F) y puse un cuadro de diálogo en la casilla Tamaño. Luego escribí un número aparentemente exagerado: 500.000 kilobytes. Es decir, medio gigabyte. Sé que suena a disparate, pero les conozco los vicios a estas máquinas taimadas.
Lo hubiera apostado. El archivo de caché de SecondLife, que debería haber sido quitado por el instalador, estaba ahí, lo más campante, con sus quinientos y pico de megabytes. Lo borré y seguí adelante.
No iba a desinstalar el GoogleEarth, pero alguna vez, hace mucho, para probar, había configurado su caché en 2 GB. Ouch. Abrí el programa y fui a Herramientas> Opciones> Caché. Lo reduje a más razonables 250 MB. A fin de cuentas, la conexión es rápida. En ese momento Ricardo me escribió en el chat: "A las 4 lo largan", refiriéndose al Chrome, desde luego. Faltaban quince minutos y todavía me quedaba terminar de hacerle espacio y desfragmentar. Seguramente tendríamos una semana movidita con este nuevo navegador que estaba produciendo ondas sísmicas por toda la industria.
Porque soy de los que nunca tiran nada (sé además que no estoy solo en esa manía), se me acumulan una cantidad muy pero muy grande de imágenes. Las administro durante el cierre, pero van quedando. Lo mismo que los archivos ocultos y de sistema llamados thumbs.db, que guardan las vistas en miniatura. Volaron todos. Windows se encargaría de volver a crearlos, si los llegara a necesitar, cosa que dudo.
El Chrome llegó antes de tiempo. De puro ansioso abrí la dirección www.google.com/chrome y allí estaba el link para bajarlo, 7 minutos antes de las 4 de la tarde. Lo bajé y lo instalé. Minimalista y muy rápido. Pero déjeme probarlo unos días antes de decir más. No. No puedo evitar un dato al menos: el Modo incógnito (Mayúsculas+Control+N) es brillante.
En todo caso, no hacía falta liberar mucho espacio para el browser de Google. Ocupa 90 MB, aproximadamente. Lo raro es que no los colocó en Archivos de programa, sino en Documents and Settings. Me pregunto por qué.
Quedaba desfragmentar el disco rígido, mientras escribía un análisis del lanzamiento de Google para el cuerpo principal de La Nacion del miércoles. Para eso usé mi herramienta favorita, el JKDefrag. La nueva versión 3.36 salió hace menos de una semana, el 31 de agosto ( www.kessels.com/Jkdefrag /).
Después, más tranquilo, seguí pensando en qué habría de escribir para esta columna.
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