18.5.10

TED x Buenos Aires, un evento extraordinario mirado con ojos corporativos

LaNacion - Estamos acostumbrados a ir a reuniones corporativas. Vamos a la tarde, después de todo, vamos al mediodía y almorzamos o a la mañana a desayunar. Ahora, una cola de gente en la madrugada a la puerta de La Rural (las 0730 es la madrugada para los intelectuales) sin frío pero con saltitos y ganas de café puede darse por varias razones, pero pocas razones suenan a lo acostumbrado para nosotros.

La mirada rápida me dice que no son los mismos que esperamos encontrar en la cola del fútbol, quizá sí de un recital, seguro que no para ver ese espectáculo de moda en las vacaciones de invierno en el teatro de la calle Corrientes.
Morrales, raros anteojos nuevos, celulares high tech y libretitas minúsculas, sin poder calcular la edad promedio se nota, todos quieren que se note, que todos están ahí porque quieren, y porque saben de antemano que van a ser parte de algo distinto. No saben si grande, si bien organizado, si provechoso, si largo. Solo saben que va a ser nuevo, distinto, intuyen que inolvidable.
La cola avanza, no hay tumbos ni caballos de policía montada, ni vendedores de merchandising a los gritos.

Son muchos pero van despacio.
Una vez adentro se siente cómodo. Muy placentero.
Son multitud pero a la vez se sienten tratados de a uno. Por el nombre, como en el cartelito que los identifica. Y si bien es cierto que uno reconoce rostros familiares, también es cierto que hay pocos de los habituales en el mundo de las cosas de las empresas, la convocatoria es excepcionalmente amplia.
Ya nos acreditamos y ahora hay que esperar. Qué raro, fueron segundos, imaginé una cola larga, dice uno. Otro atrás mío dice: voy a tomar el dato de quién organizó porque estuvo bárbara la entrada, es para contratarlos.

Y esperar no molesta. Uno mira, cogotea, ve quién viene, ve quién va, quién habla por teléfono, quién se tiró al piso con su iBook.
Está bueno adentro, y se siente bien eso de ser uno de los pocos que pueden estar. Está en la mirada de todos, y en la sonrisa cómplice de muchos.
Se sacan fotos con sus celulares, con sus camaritas. Entre las sillas, cerca del escenario, en los banners, como si fuera un estreno de cine, como si fuera la alfombra roja de una entrega de premios.

La banda de sonido de la entrada al salón es impecable. Bien elegida dice uno. Motiva, no molesta, no ensordece, contagia. Es un cello contagioso, que esperanza por lo que viene y deja una melancolía quizá por lo que no se puede cambiar.
La sensación es saberse parte de algo aunque no se pueda definir muy bien de qué.
Días después, más relajados y leyendo la enorme repercusión que tuvieron las charlas, contarán cada uno una experiencia distinta. La agrandarán, claro, la irán distorsionando con el tiempo, pero seguro que no alterarán el "yo estuve ahí". Habrá quizá que pensar en una remera.

- Mirá! Pedro Aznar sentadito en medio de la fila. Y ese no es el diputado? Alfonso es, y también, como cualquiera de nosotros, buscando silla. Está bueno que no lo lleven derechito por la puerta de costado adelante de todo. Está muy bueno eso.
- Se llena. En minutos se llena. ¿Cuántos curiosos hay en Buenos Aires? ¿Cuántos somos con ganas de cosas como estas?

Algunos representantes del mundo corporativo que diviso, sponsors que arriesgaron y se anotaron primero, que conocían a TED desde otros países o a través de la web pero que no sabían cómo iba a funcionar en Buenos Aries se aflojaron corbatas, se calzaron jeans, se sacaron zapatos acordonados para dejarse llevar y también ya saben que no se equivocaron al elegir TED.

Se están atenuando las luces, se empiezan a ver en las caras los reflejos de las tecnologías sobre las rodillas.
El maestro de ceremonias no se va a meter mucho. Las normas que propone están bien. Y aunque intuimos que son innecesarias entre nosotros, no viene mal que se diga cuáles son las reglas del juego.
Es realmente extraño en Buenos Aire presentar un programa con horarios impresos en el libro que entregaron con el material, es extraño porque se nota que no fue impreso en el último momento y demuestra que si se hacen las cosas bien se puede planificar. Es raro también que no se pueda interrumpir, que nadie entra (nadie) cuando hay una charla en curso, y si uno sale se la pierde hasta la próxima.
Después lo medular, el vértigo que produce el descubrir conocimiento, escuchar como en misa, mezclarse.

Y ver que los científicos aman, que pueden explicar lo más difícil, que usan vaqueros y tienen postura política, y la expresan.
Que los artistas vibran en una cuerda que tiene mucho más sentido de la realidad de lo que vemos en los medios.
Que Ginóbili es un artista.

Que hay pasión. Que tiene que haber pasión y sueños.
Que con matices, esos que compartieron, son un seleccionado de lo mejor que puede producir una sociedad.
Que no son masivos, pero qué importa. Que están ahí y son orgullo y espejo adonde mirase.
"Sin egos", decía uno.

"Generar un espacio de NO infierno en medio del infierno", dijo otra.
Tener un sueño, apasionarse y compartirlo. Eso es TED, un desafío, una revolución de ideas. Parecen no aplicables a la vida de las empresas, sin embargo sabemos que de esas pasiones y de esos sueños están hechos los combustibles imprescindibles de los motores que las hacen funcionar.

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