LaNacion - En ocasiones nos obsesionamos con el triunfo. Los hombres de negocios invierten una gran cantidad de tiempo estudiando lo que denominan "casos de éxito". Otras veces nos obnubila el fracaso; tanto, que se vuelve manía y es, por lo tanto, pasaporte a malograrse.
Pero más que ocuparnos de estos dos impostores (como los calificó Kipling) uno debería poder visualizar el dinámico devenir de la vida con sus fortunas y desventuras mutuamente entrelazadas. De esta forma lo retrató el
I-Ching hace al menos tres milenios; con sabiduría obvia pero usualmente desoída el Libro de los Cambios aconseja prepararse para el fracaso en medio del éxito.
En estas cosas pensaba mientras leía, hace tres semanas, las excelentes críticas que están recibiendo los Core 2 Duo, los nuevos microprocesadores de Intel. La empresa, que había inventado el microprocesador en 1971, pasó casi todo el último lustro cediendo terreno en la carrera por ofrecer cerebros electrónicos más poderosos frente a su principal competidor, AMD. Los chips de Intel para computadoras de escritorio eran vistos como más lentos para juegos –que es una de las áreas donde más hacen falta–, además de tener fama de levantar demasiada temperatura.
Inexplicablemente, Intel le regaló una enorme ventana de oportunidad a AMD, que no hesitó en aprovecharla. Intel hizo un buen trabajo en el campo de las notebooks (con Centrino), pero muchos nos preguntábamos durante cuánto tiempo más podría estirarse la tecnología del Pentium 4 (llamada NetBurst). A menos, claro, que fuera cierto lo que muchos (Intel y AMD entre ellos) sostenían: que la potencia de cálculo cada vez tendría menos importancia y que la movilidad era el futuro.
A mi juicio, la informática se sostiene hoy sobre tres pilares. La potencia, la movilidad y el consumo de energía. Los sistemas Mac OS X y Windows Vista vinieron a confirmar esta máxima. Ambos requieren una computadora de enorme potencia para ofrecer una experiencia placentera.
Con el Core 2 Duo, según sugieren varios analistas, Intel da la impresión de haberse despertado de esa larga siesta.
Tal parece que la potencia de cálculo sí importaba.
Pingos matemáticos
Pensaba también en la tentación, porque por un lado sólo había una forma de confirmar estos dichos: probar el nuevo chip.
Y, además, si realmente los tests que había leído eran fidedignos, entonces quería tener una máquina con ese micro ya mismo.
Como la única forma de vencer la tentación es caer en ella, me dispuse a poner a prueba el Core 2 Duo.
Son todavía componentes muy nuevos y, por lo tanto, bastante caros, así que empecé con uno de 2 gigahertz (GHz), le puse 2 gigabytes (GB) de memoria RAM y le trasplanté un disco de 250 GB de otra máquina. Luego siguió el proceso de instalar el sistema y demás. Me olvidé del asunto mientras trabajaba en otras cosas y hacia la noche mi Fedora (el Linux de Red Hat para usuarios finales) estaba instalado y con las actualizaciones al día.
Quería una respuesta rápida y concreta. Así que instalé también el programa de diseño 3D Blender, hice una escena sencilla pero que exige mucho poder de cálculo (con cristales, reflejos metálicos, cáusticos y esas cosas) y luego copié la escena, por un lado, a una computadora con un chip (supuestamente) modesto de AMD, un Sempron 2600+ con 512 MB de RAM y, por otro, a una con un Pentium 4 a 3 GHz con tecnología EM64T (es decir, extensiones de 64 bits) y 1 GB de RAM.
No esperaba grandes sorpresas, a decir verdad. Normalmente, estas pruebas arrojan diferencias relativamente pequeñas (pero significativas) entre el chip nuevo y los anteriores. Un 50% de mejora habría sido más que bueno.
"Hacer un render" o renderizar , como se dice en la jerga informática, significa convertir el diseño que hemos trabajado en pantalla en una imagen final (en JPEG o Targa). Películas como Toy Story o Buscando a Nemo se producen de esta forma. El diseño en sí lleva mucho tiempo de ajustes y para eso se emplea el cerebro más perfecto que existe, el humano. Luego se renderiza la imagen (o la película, fotograma por fotograma), y en ese proceso se usan los microprocesadores electrónicos.
El Sempron 2600+ resolvió la imagen en algo más de 18 minutos y medio. Previsible, pero mejor de lo que esperaba. Los AMD son excelentes en esta clase de trabajo. La cantidad de memoria, adrede, no era un factor relevante: el render , en este caso, no consumía más que lo que había disponible en cualquiera de las máquinas de prueba. Sí debería serlo la velocidad de la memoria, naturalmente, pero como se verá enseguida, el asunto decisivo es, en este caso, el procesador.
Un poco por impaciencia y otro poco para tener claros cuáles eran los extremos del espectro, hice el mismo render en el Core 2 Duo. Le llevó 4 minutos. No podía ser. Reinicié (para deshacerme de cualquier clase de caché que pudiera facilitarle las cosas al chip) y repetí la operación. Tres minutos y 58 segundos.
Como nunca antes había observado un aumento de 450% de potencia en un equipo, rendericé la escena en el Pentium 4 a 3 GHz. Le llevó 17 minutos.
Miré el gabinete donde estaba el Core 2 Duo y pensé que esa cosa (quiero decir, la PC) iba a empezar a levitar en cualquier momento. ¡Sacar en cuatro minutos un trabajo que al Pentium 4 a 3 GHz le había llevado 17! Miré el indicador del UPS para ver cuánta electricidad estaba consumiendo. Menos que el Pentium 4, que había perdido dos apuestas: con el Core 2 Duo, por paliza, y con el AMD, que había llegado sólo un minuto y medio detrás a la meta.
Evidentemente, Intel se había despertado de la siesta. Pero sé por experiencia que las distancias tienden a reducirse durante algunos procesos muy largos. No tengo ni la menor idea de por qué, pero he visto este fenómeno muchas veces. (Un amigo me explicaba el otro día que la curva es asintótica y que tiene que ver con la velocidad de acceso a la memoria, cuando las cosas andan por fuera del microprocesador.)
Como fuere, cambié las dimensiones de la imagen de 320 x 240 a 1280 x 1024 pixeles. Más pixeles significan más trabajo, porque el render se produce pixel por pixel. Además, aumenté los parámetros para mejorar la calidad gráfica al máximo. Más cosas para calcular, en suma. “Veamos qué puede hacer”, pensé y puse ambas máquinas a trabajar. Intel compitiendo consigo misma.
El Core 2 Duo sacó el render en 32 minutos. Ya sabía que era muy poco, pero habría que esperar al Pentium 4 para sacar conclusiones. Luego de una hora y como ya era tarde, me fui a dormir.
Al día siguiente, la pantalla del Blender decía con fría e inapelable elocuencia que al P4 le había tomado una hora y 45 minutos terminar el render . Es decir, tres veces y media más que el Core 2 Duo. Un 350% más de poder de cómputo. Siete veces mejor de lo que esperaba.
Más adelante, quizás, y si tenía tiempo, me esmeraría en mediciones más detalladas y sobre otras bases (por ejemplo, codificar video y sonido, compilar programas y correr juegos), pero al revisar las notas de experimentos realizados en otras épocas noté que el aumento de poder de cómputo solía estar en la zona del 20 al 25 por ciento de un chip al siguiente. Desde mi primera PC (que funcionaba a 12 MHz) nunca había visto un salto de más del 50%, mucho menos de 350.
El que no corre vuela
Sucesivas pruebas, llevando las cosas al extremo ( renderizar imágenes de 3 metros de lado, por ejemplo, o codificar un video de dos horas de duración) arrojaron un promedio de entre 200 y 250% más velocidad para el Core 2 Duo respecto de un Pentium 4 a 3 GHz. Menos que la primera medición (450%) pero unas diez veces más que la mejora que siempre hubo entre una generación de chips y la siguiente, y unas cinco veces más que lo que hasta ahora me había ofrecido una inversión de dinero equivalente.
Asombroso, por decir lo menos, y varias conclusiones, de paso. Primero, cuando a uno le tratan de vender conceptos supuestamente revolucionarios pero que reniegan de lo que es básico en este negocio, mejor dudar. La potencia de cálculo sigue siendo fundamental. Que no hayan encontrado una forma de llevarla a extremos como los del Core 2 Duo sin fundir el chip es otra cosa. Ahora Intel lo ha conseguido. Felicitaciones. Pero hace tres años el argumento era que la capacidad de cómputo ya no era relevante. Sí lo es.
Segundo, AMD no se va a quedar de brazos cruzados. Aunque ha tenido bastantes traspiés en la Bolsa (en un año su acción pasó por picos de casi 28 dólares y valles de menos de 13, y al cierre de esta edición estaba en 16,2 dólares; casi el camino inverso al de Intel en el mismo período), la empresa se ha mostrado extraordinariamente creativa y capaz de competir con avances notables. Dudo que el Core 2 Duo sea una bala mágica en esta batalla. Y eso es una buena noticia para los usuarios de estas tecnologías.
Consejo del estribo: si está por comprar una PC para trabajos de oficina e Internet, el Sempron (a poco más de 50 dólares) es una excelente opción, mucho más conveniente que un Pentium 4 (US$ 96) o un Celeron. Para juegos, render y edición de video, el Core 2 Duo (US$ 200) acaba de tomar cómodamente la delantera.
Por Ariel Torres
Muy buena reseña, muchas gracias
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